29 noviembre 2010

UNA FIESTA DE NAVIDAD

UNA FIESTA DE NAVIDAD

(Cuento)

En un pequeño pueblo, desconocido pero sufrido por efectos de una cruenta guerra; se desarrolló en una Noche de Navidad: un misterioso pero divino acontecimiento.

En los suburbios de esa población vivía un humilde matrimonio compuesto por Nahum Pichinte, campesino y a la época soldado del ejército.
La esposa, Felicita Blanco, también campesina, responsable de los oficios del hogar.
Tenían dos pequeños hijitos; Adela, una niña de doce años y Efraín un niño de diez.
Debido a su extrema pobreza, los niños no asistían a la escuela, pero la madre les había enseñado a leer y escribir.
El padre fue obligado a prestar el servicio militar obligatorio, y esta vez la tropa se encontraba concentrada en una montaña, y desde hacía un mes no regresaba a su hogar.
Felicita desde hacía varios meses sufría una enfermedad para ella desconocida, y en estos días su mal había empeorado.
Era un veintitrés de diciembre.
Los víveres del mes pasado se habían terminado en el hogar. No quedaba ya, alimento para los niños ni medicinas para ella.
La pequeña vivienda era de paredes de bahareque y techo de teja de barro y estaba ubicada en medio de un espeso bosque y su único acceso era un camino vecinal. Este camino conducía hacia una finca llanada San Benito al final de varias parcelas de terreno apostadas en lo alto de las faldas del volcán de San Salvador. Estos terrenos tenían su propia salida hacia la población de San Ramón, al otro lado de un pequeño río, a cien metros al poniente de esta propiedad.
Todos los días a las seis de la mañana pasaba por ese camino un matrimonio de ancianos procedente de la finca; él señor, de nombre Juan apoyándose en su bordón, cargaba sobre sus hombros un manojo de leña rolliza, y ella de nombre Natalia, sobre su cabeza un canasto con rollos de hoja de guineo para envolver tamales, y unos cuantos huisquiles, todo esto para la venta en el mercado del caserío San Blas, cercano a esta vivienda.
Natalia acercándose a la puerta llamó  Niña Licha; buenos días.
¡Buenos días niña Natalia!  respondió Felicita desde adentro de la casa.
¿No va a manda a traer algo para la comida?  indagó la visitante.
No niña Natalia. Hoy no tengo dinero. Le agradezco  respondió Felicita.
Bien; entonces le llamaré cuando pasemos de regreso. Nos vemos  ofreció Natalia.
¡Muchas gracias! Estaré atenta  contestó Felicita.
Felicita; a quien sus amistades llamaban Felisa, con los pocos víveres que aún le quedaban, preparó los alimentos, y así todos desayunaron esa mañana.
Pasaron las primeras horas de aquel veintitrés de diciembre
A las dos de la tarde regresaban Juan y Natalia y pasaron a visitar a Felisa.
¿Qué tal niña Licha? ¿Cómo ha pasado esta mañana?  preguntó Natalia.
Bien; por la Gracia de Dios Y ustedes, ¿qué tal?  contestó Felisa.
Pues por aquí le traemos este maicito para que se ayude un poco con las tortillitas  dijo Natalia mientras ponía en manos de Felicita una bolsa de papel Craft de regular tamaño con un poco de maíz.
¡Ah! Y le traigo una noticia  anunció Juan  pasamos donde mi sobrina, que también tiene al esposo en el ejército; y dice que aunque la guerra terminó; ellos vendrán hasta el quince de enero, pero que el sueldo se lo enviarán a ustedes el día dos. Otra cosa; que ustedes no van a ir a recoger al dinero al cuartel como siempre; sino que hoy serán los comandantes de las patrullas cantonales quienes les traerán el pago hasta su casa. Así que…aunque no habrá pisto en Año Nuevo, pero lo tendrán el día dos, y a los muchachos hasta el día quince.
¡Bueno! ¡Que podemos hacer! Muchas gracias por la noticia, don Juanito. Con tal de que nuestros esposos vengan con bien, con eso basta  comentó Felisa.
Bueno niña Licha, ya la venimos a ver. Nos vamos a retirar. Y para mañana en la noche; no se preocupe; que aunque sea una taza de café vamos a saborear, primero Dios. El niño Dios proveerá  manifestó Natalia.
La pareja amiga de Natalia se retiró, pero gracias a Dios le dejaban por lo menos el maíz para las tortillas que alcanzaría para unos tres días.
De la enfermedad de Felicita, lo que mas le incomodaba era; intenso dolor y debilidad en ambas piernas, y dolor en la base del cráneo que al parecer, ese malestar le causaba mareos. Estas dolencias no le permitían desarrollar con normalidad sus tareas domésticas. Por este motivo; los niños se encargaban de ir a un río cercano a abastecerse de agua para lo oficios de la casa.
Eran ya, como las cuatro de la tarde cuando la madre indicó a los niños, que el agua se había terminado en la cocina.
¡Adelita! ¡Hija! ¡Ya no tenemos agua!  exclamó Felisa.
Si mama. Iremos con Efraín a traer un poco antes que oscurezca  respondió la niña.
Tomaron una pichinga de plástico cada uno de los niños, y se encaminaron hacia el río (una quebrada con un pequeño riachuelo) en busca del precioso líquido.
Mientras tanto; a esa misma hora, el comandante de la patrulla cantonal de la zona; recibía en su casa de habitación a orillas de San Ramón; la visita de dos soldados del ejército enviados por los jefes del cuartel.
Uno de ellos tocó la puerta llamando:  ¡Buenas tardes en esta casa!
La puerta se abrió y una señora contestando el saludo expresó:  Si. ¿Quién llama? Y ¿Qué deseaba?
Somos miembros del ejército, y deseamos platicar con el señor comandante  contestó el soldado.
¡Rosendo! Te buscan  anunció ella alzando la voz, desde la puerta.
El comandante contestó  Si; ¿Quién es?
Son soldados del cuartel  indicó la señora.
¡Ah! ¡Que bien! Salgo enseguida  expresó.
Saliendo hasta la puerta y saludando cortésmente a los visitantes preguntó . ¿En que puedo servirles? Pasen adelante.
Aquí nomás, señor comandante. Vamos de prisa  indicó uno de los soldados. Nos han enviado a dejarles a todos los encargados de Seguridad de esta zona el mensaje de las últimas disposiciones del Ejército. Aquí le entregamos esta nota para que se presente al cuartel general, mañana a las nueve de la mañana.
Allá les indicarán de qué se trata. Y nos retiramos, antes que se nos haga mas tarde. Buenas tardes, y hasta pronto.
Vaya. Gracias. Y que les vaya bien  se limitó a responder el comandante.
La nota era una cita para que cuatro comandantes de la zona se presentaran a las oficinas correspondientes a retirar los sueldos correspondientes al mes en curso, de varios soldados que permanecían atrincherados en algún lugar en los campos de batalla, de la guerra que acababa de terminar. Quedaba pendiente la disposición de permitir a estos servidores de la patria para que pudieran asistir (de ser posible) a sus hogares en la Noche Buena.
La tarde avanzaba. Caía la noche.
Entre tanto; Lita y Paín (como les llamaban cariñosamente familiares y amigos a los hermanitos) había llegado a las pequeñas vertientes (conocidos como ojos de agua).Llenaron sus recipientes y se dispusieron a salir de regreso hacia su casa. Mas o menos unos diez pasos adelante a un lado de la empinada y estrecha vereda, de un matorral salió volando un insecto que se posó sobre el antebrazo de la niña, que sobre su cabeza sostenía el recipiente.
¡Ay Paín! ¡Me picó una mosca, de esas que mi papá les llama “tábano”!  exclamó Lita, casi llorando a causa del dolor de la picada.
Espera; te ayudaré a bajar la pichinga, te voy a sobar con un cohollo de salvia, aquí hay bastante  dijo el niño.
Se hizo como el niño lo indicara, y tomando asiento a un lado de la vereda esperaron a que pasara el dolor de la picadura.
Examinando el niño, el área afectada del brazo de la niña; dijo:  mira Lita. Ese animal que te ha picado, no es tábano. A mi me han picado, y nunca se me ha inflamado tanto como se está hinchado a ti.
¡A saber!  exclamó lacónicamente la niña, con un débil bostezo.
En ese mismo instante el niño también fue agredido por una de la misma clase de moscas.
¡Ay! ¡A mí también me picó un animal!  exclamó el niño mientras se frotaba
la mejilla derecha que fue el lugar atacado por el insecto.
Adelita no le contesto pues se había quedado dormida recostada sobre la pichinga llena de agua.
También él, aunque el dolor de la picadura no le incomodó mucho, dejándose caer de espalda sobre la hierba, inconscientemente se quedó dormido.
Las primeras horas de la noche pasaban en aquel silencio característico de la montaña.
Al otro lado del río, unos cien metros hacia el occidente, sobre la calle a San Ramón, vivían algunos trabajadores de la finca San Benito. Estas personas se abastecían de agua de las mismas vertientes que nuestros personajes.
Entre los colonos más inmediatos a estos ojos de agua estaba el mayordomo de la finca y su familia. Este de nombre Macario, y su señora de nombre Rosa.
Macario siempre llegaba de su trabajo a las diez de la noche a su casa.
Rosa a esa hora de la noche ya tenía las puertas cerradas y las luces apagadas.
Macario se acercó a su vivienda con las llaves de la puerta de la calle en sus manos, pero de pronto suspendió sus pasos, muy sorprendido de ver frente a su puerta un niño como de cinco o seis años de edad con un traje de marinerito
impecablemente de blanco y adornos azules.
¡Niño! ¿Quién eres y qué haces aquí a esta hora?  indagó con sorpresa.
Quiero pasar al otro lado del río. ¿Me llevas?  expreso el niño.
Misteriosamente Macario no hizo mas preguntas, y en vez de quitar llave, tocó la puerta.
Rosa abrió de inmediato, y también se sorprendió de ver a su esposo junto a aquel infante desconocido para ella.
¿Qué pasa? ¿Por qué no quitaste llave? ¿Y este niño?  preguntó Rosa de manera incongruente.
¡No sé! ¡Aquí lo encontré! Y dice que quiere cruzar el rió. Lo voy a pasar  contestó él, con no menos incongruencia.
Rosa poniéndose de cuclillas frente al niño le preguntó;  ¡hijito! ¿Por qué quieres pasar al otro lado a esa hora?
Señores perdonen; pero al otro lado están este momento, dos niños que han sufrido un pequeño percance. Son mis amigos. Por favor, ayudémoslos  manifestó el misterioso niño.
Pero allá por la vereda, solo hay una casita humilde. Yo no conozco a los señores pero he platicado con dos niños que todos los días vienen a llevar agua en unas pichingas. Y la niña me ha comentado que ahí viven. En ese lugar no hay mas viviendas que la de ellos que está totalmente aislada entre el monte. Comentó Rosa.
Precisamente por agua vinieron esta tarde. La madre de ellos está gravemente enferma y son ellos quienes hacen varios oficios en su casa  expresó el misterioso infante.
Oye niño, ¿Cómo te llamas y quien te acompaña a esta hora?  preguntó Macario.
Mi nombre es Jesús. Me acompañan muchos amigos que me están esperando este momento en la Iglesia del pueblo  respondió el niño.
¡Oye Jesusito! Dices que te están esperando. Se me ocurre una idea; vamos con mi esposo en busca de esos niños y tú nos esperas aquí, y después te acompañaremos al templo pues el pueblo está lejos de aquí y a esta hora es muy peligroso que un niño como tú ande solito por esas oscuranas. sugirió Rosa.
Está bien. Pero les pido que mañana por la noche nos reunamos en casa de los padres de esos niños que ustedes irán a rescatar y entregar a su madre en esta noche  recomendó Jesusito.
¡Muy bien! Regresaremos pronto  respondieron a una voz los esposos.
Dejando al niño en la pequeña sala y sin acordarse de que sus dos pequeños hijitos quedaban prácticamente solos, pues nomás les acompañaba la hermana menor de Rosa; se encaminaron hacia el río en busca de los niños Lita y Paín que entre aquella montaña corrían un grave peligro sobre todo a tan altas horas de la noche.
Caminaban sin hacer ningún tipo de comentario ni reflexión relativo al niño que dijo llamarse Jesús; y casi con la mente en blanco llegaron hasta el río.
Era una quebrada seca pero en la parte mas espesa del bosque había tres abundantes vertientes que abastecían a casi cien personas de aquella zona.
Al cruzar la hondonada de la quebrada; divisaron entre la penumbra, los dos niños completamente dormidos y confundidos entre la maleza.
Era la una de la madrugada. Procedieron a despertarlos. Ellos se incorporaron con la vista opacada por el sueño.
¿Qué les sucedió?  preguntó Rosa.
Ambos niños relataron lo sucedido con aquellos insectos como a las cuatro de la tarde; y luego no recordaron nada más.
Entre tanto; como a las cinco de la tarde, Felicita comenzó a preocuparse por los niños. Ya oscurecía y ellos no aparecían. ¡A qué se debía aquella tardanza si siempre volvían a lo sumo a los veinte minutos!
Los minutos pasaban. La desesperación de ella era cada vez más penosa.
¡A quién podía acudir en su ayuda! Su vivienda estaba totalmente aislada. No había vecinos inmediatos.
Entre la desesperación y las lágrimas, rogaba a Dios por sus hijitos. Pasaron las horas. Agobiada por la pena se quedó dormida en el umbral de la puerta.
Vencida por la angustia, el sueño y su dolor, no se acordó de cerrar la puerta.
Luego en lo profundo del sueño y su inconsciencia escuchó una vocecita que le llamaba;  ¡Mámi! ¡Mamita! Despierte, ya venimos.
Ella con su semblante visiblemente agotado abrió lentamente los ojos, y al reconocer a sus hijos exclamó  ¡hijitos! ¡Gracias a Dios que ya están aquí!
Señora; muy buenas noches  saludó Macario  mi nombre es Macario, ella es mi esposa, y vivimos al otro lado de la quebrada. Alguien nos avisó que unos niños se encontraban en peligro cerca de los ojos de agua; y en efecto; al llegar al lugar encontramos a sus hijos, desmayados sobre la hierba; y según me indicó la niña, fueron atacados por insectos. Pero gracias a Dios aquí se los traemos sanos y salvos.
Señores, les agradezco mucho. Y gracias a Dios que los envió a ustedes en su auxilio  exclamó Felicita.
Bueno señora, vamos a retirarnos  comentó Macario  ¡Ah! Y, la persona que nos llevó el aviso nos pidió que nos reuniéramos con usted esta noche aquí en su casa. De manera que por aquí estaremos a visitarla nuevamente. Pase buenas noches, aunque; ya es de madrugada. Nos veremos, Adiós.
Adiós. Feliz regreso a su casa. Y muy agradecida por todo  dijo Felicita.
Los niños, dejando los recipientes llenos de agua en la cocina; y después de relatar a su madre lo acontecido, se quedaron profundamente dormidos.
Amaneció el nuevo día; veinticuatro de diciembre; Víspera de Navidad.
Juan y Natalia que religiosamente pasaban a diario con su mercadería hacia el caserío cercano, jurisdicción de San Ramón; como de costumbre Natalia tocó la puerta de Felicita.
Ella abriendo la puerta saludó  ¿Qué tal niña Natalia? Buenos días.
Juan sin contestar el saludo se adelantó a comentar  Niña Licha; un amigo de allá arriba me acaba de dar una buena noticia. Dice que anoche alguien le contó que este día van a mandar el sueldo de los soldados. Esta mañana les van mandar a cada una de ustedes; un telegrama, o no sé que cosa, para que vayan al cuartel a cobrar.
¡Ay don Juanito! ¡Dios lo hiciera! Yo ya no aguanto esta miseria  expresó ella con franco escepticismo.
¡Talvez así sea! No hay que perder las esperanzas.  dijo Natalia.
Bueno…eso si. Dios todo lo puede  manifestó Felicita.
Bueno niña Licha, pasaremos al regreso. Hoy vamos a volver un poco mas temprano, pues tenemos que preparar alguna cosa para esperar al Niño Dios  dijo Juan.
Después de despedirse sus amigos, Felisa preparó el desayuno y mientras los niños despertaban, ella se recostó en una hamaca a meditar sobre, el incidente de sus hijos y la plática de esta mañana con don Juanito y Natalia.
Las picaduras de los insectos no causaron mayores molestias ni consecuencias graves en los niños.
Poco después del desayuno los dos hermanitos muy atentos a los oficios de la casa, mientras Lita barría el piso, Paín preparaba una mesita hecha de varas de güiscoyol en donde colocaban las figuritas de barro y demás adornos para el nacimiento que cada año sus padres instalaban.
A las once y media de la mañana, mientras Felicita en la cocina preparaba el almuerzo, se escuchó una voz que desde la vereda saludaba en alta voz;  ¡buenos días señora de Pichinte!
Buenos días  contestó Felicita acercándose a la puerta  ¿Qué deseaba?
¿Es usted Felicita Blanco de Pichinte?  indagó aquella persona.
Así es  respondió la aludida.
Mi nombre es Rosendo, y soy el comandante de la patrulla de esta zona. Me han enviado del cuartel general del ejército, a entregar a usted el sueldo del soldado Nahum Pichinte  manifestó el comandante.
¡Ah! ¡Que bien! ¡Muchas gracias señor comandante!  respondió Felicita.
¡Bien! ¿Sabe usted firmar?  preguntó el enviado.
Si señor  contestó ella.
Entonces, me firma por favor esta planilla Y aquí tiene el sobre, puede abrirlo y contar el dinero  dijo el comandante.
Bien. No es necesario. Muchas gracias, Y dígame; ¿no sabe cuando vendrá mi esposo?  preguntó Felicita con ansiedad.
¡Ah! ¡De veras! Esta madrugada comunicaron por radio que por disposiciones de última hora, ya está en la capital el primer contingente para esta área. Con toda seguridad ahí vienen los soldados de esta zona. Pero no sabría precisarle a qué horas vendrá. Tenga paciencia y pídale a Dios que ahí venga  sugirió el comandante  bueno. Me retiro que tengo que repartir todavía varios sobres. Que tenga una feliz Noche Buena.
Bien. Muchas gracias. Que el Niño Dios le bendiga  expresó Felicita.
A la una de la tarde llegaron Juan y Natalia.
Buenas tardes niña Licha ¿Qué tal?  Saludó Natalia.
Buenas tardes niña Natalia. ¡Vienen temprano!  respondió Felisa.
Si  dijo Natalia  como le dije ayer; queremos celebrar con usted esta Noche Buena.
A propósito niña Natalia. Acaba de venir el comandante de la patrulla, y me trajo el sueldo de Nahum. Así que gracias a Dios ya tengo para preparar algo para la cena, y sobre todo; para mis medicinas  comentó Felisa.
¡Ah! ¡Que bien! Entonces se las puedo ir a comprar  ofreció Natalia.
Yo puedo ir este momento a la farmacia  expresó Juan.
Pero ustedes tienen que llegar todavía a su casa  dijo Felisa.
Nosotros no tenemos nada que hacer en nuestro rancho este momento, Ahorita lo que deseamos es compartir con usted y sus hijitos en esta Navidad  expuso Natalia.
¡Entonces don Juan! ¿Usted haría el viaje hasta San Ramón por las medicinas?  preguntó Felisa.
Óigame niña Licha  expuso Natalia adelantándose a la respuesta de Juan  si usted gusta yo puedo acompañar a Juan y aprovechamos para traerle algunas cosas para la comida.
¡Ah! ¡Claro que si! Buena idea niña Natalia, y le agradezco su buena voluntad. Y Adelita les puede ayudar con los comprados  exclamó Felisa complacida por aquel acierto.
Felicita entregó la receta médica, el dinero, recomendaciones y detalles para la compra de lo necesario para la celebración de esa noche.
Minutos después Juan Natalia y Adelita se dirigían al mercado de San Ramón.
Después de realizadas las compras, a la salida del pueblo en el desvío de la calle a la finca San Benito; una pareja de esposos, amigos de Juan le salieron al paso diciendo la señora;  ¡hola Juan! ¡Ya te diste cuenta de la noticia?
No. No sé de que noticia me hablas  respondió Juan.
¡Pues hombre! ¡Que ya vienen los muchachos! Ahoritita vienen llegando a La Zacamil. Nosotros estamos esperando a dos colonos de la Finca San Benito  exclamó la amiga de Juan.
¿De verdad?  preguntó Juan con cierto regocijo.
¡Si hombre! De veras  aseguró esta vez el amigo.
Pues muchas gracias por el aviso. Llevaré la noticia a Felicita la esposa de Nahum  respondió Juan.
¡Vaya! Nos vemos. ¡Felices Pascuas!  expresó el amigo de Juan.
Eran las tres de la tarde cuando Juan, Natalia y Adelita, cargando parte de la mercadería cada quien, llegaban de regreso a la casa.
Felicita recibió las compras acomodándolas luego en depósitos y lugares de costumbre. Mientras lo niños continuaban con los arreglos del nacimiento con la colaboración de Juan, las dos mujeres procedieron a los preparativos de todo lo concerniente las labores de cocina.
Cerca de las cinco de la tarde, Rosa la esposa de Macario, acompañada por un niño llamó escandalosamente desde la puerta de la choza de Felicita  ¡niña Licha! ¡Niña Licha! ¡Venga por favor!
Ajá. ¿De qué se trata?  preguntó Felisa asomándose a la puerta con asombro.
¡Ya vienen los soldados! ¡Entre ellos viene su esposo! Este momento están platicando varios amigos con Macario ahí en mi casa  respondió Rosa.
¡Ay! ¡Gracias a Dios! Y gracias a usted por el aviso  exclamó Felicita con sumo júbilo.
¡Vaya a encontrarlo! ¡Apresúrese! Véngase conmigo  sugirió Rosa.
El acceso a esta vivienda era por la vereda del caserío San Blas, pero esta vez, debido a que la mayoría de los soldados de esa zona, eran colonos de la finca San Benito, Nahum, perteneciente a este grupo que ahora venía con licencia; lo hacía por la parcelación de los colonos, o sea por la propiedad de Macario el mayordomo de la finca San Benito.
Felicita aceptó sin ninguna condición la invitación que Rosa le hiciera y sin preocuparse por cambiarse de ropa expresó con ansias y alegría  ¡niña Natalia! ¡Hay le encargo la casa! ¡Ya vamos a regresar!
Llegaron Rosa y Felicita a casa de Macario, y en efecto; ahí estaba el soldado Nahum despidiéndose de sus compañeros en aquel momento.
Todo fue suma alegría, abrazos, y lágrimas de agradecimiento a Dios entre aquellos dichosos cónyuges; que solamente la suerte y el poder de Dios los volvía a poner frente a frente en un día de fe, entrega y devoción; como es la celebración de la Natividad del Niño Jesús.
Mientras los esposos se saludaban tan felizmente, Macario exclamó  ¡Rosa! ¡Ahora que recuerdo! Nosotros estamos obligados a compartir esta noche con los esposos Pichinte-Blanco. ¡Y es; un Mandato Divino!
¡Si Macario! ¡De veras! ¡Es por la Gracia Divina del Niño Jesusito!  respondió Rosa.
Macario recomendó a dos de sus guardianes la vigilancia de su casa; mientras él, Rosa y sus dos hijitos acompañaban a Nahum y Felicita hasta su casa en donde a pedimento del misterioso Niño de la noche anterior; celebrarían la noche de Navidad.
Como a las diez de la noche aquella vivienda y los patios rodeados de espeso bosque; estaban colmados de personas asistentes a la celebración.
Inusualmente en aquellos poblados, hubo para la familia una buena cantidad de diferentes regalos
A las doce de la noche, el ambiente se engalanaba con luces de colores entre plegarías, y villancicos.
Fue una celebración de Noche Buena jamás soñada por Felicita.
Fue verdaderamente: UNA FIESTA DE NAVIDAD.

Usulután; diciembre 2010-11-29
Crisanto Fernández Mejía

NAVIDAD, NAVIDAD

NAVIDAD, NAVIDAD
(canción)

Nochecita que velas mi sueño
Nochecita de gran ansiedad
Alegría de un mundo risueño
Nochecita de felicidad.
Nochecita de dicha y ensueño
Navidad. Navidad. Navidad.

CORO:
Gloria a Dios, y paz en este mundo
Tradición de fe y de voluntad.
Canta el pueblo segundo a segundo
Sus canciones de amor y verdad
En su fe y en su amor tan profundo.
Navidad. Navidad., Navidad.

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ESTA NOCHE BUENA

ESTA NOCHE BUENA

Esta Noche Buena, ya todo es alegría
Todo el mundo canta al compás del corazón
Todo es entusiasmo y loca algarabía
Calles bulliciosas. De pompa y de canción.

Todo el horizonte presenta su Estandarte
Cada estrella llora gotitas de emoción
Lucen los colores allí de donde parte
Como un arco iris, la ley del corazón.

Gimen las campanas del Templo engalanado
Vuela en caravanas el eco de un cantar
Nubes que no tiñen un cielo despejado
Lira que sus notas invitan a gozar.

Cielo que se ufana de un mundo consentido
Dicha gozo y calma, todo es felicidad
Paz que hoy ha llegado a mi Ser entristecido
Mi alma ríe y canta en esta Navidad.

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AQUELAS NAVIDADES

AQUELLAS NAVIDADES

Qué linda Noche Buena, La Navidad que impera
Ambiente que se embriaga de luz y de color
Qué linda está la fiesta, alegre y bulliciosa
Más yo, tan solo vivo soñando en un amor.

Alegran el ambiente, canciones de alegría
Y mientras todo el mundo comparte su emoción
En mi alma no hay consuelo. Murió mi fantasía
Por eso aquí en mi pecho, hay desesperación.

Viví en un falso mundo, de pena y falsedades
Caí en la desconfianza, el odio y el rencor
Recuerdo con tristeza aquellas Navidades
Cuando soñé en silencio, en buscas de un amor.

Sufrí por mucho tiempo, muy triste y amargado
Viviendo el desengaño. Dudando del querer
Hoy esta Noche Buena, recuerdo aquel pasado
Cuando con fe y anhelo, soñé en esa mujer.

Mujer de mis ensueños. Anhelo que me apena
La llevo aquí en el alma. Más todo fue ilusión
No quiero recordarla en esta Noche Buena
Pues tengo el pecho herido; y triste el corazón.

En esta Noche Buena. De angustia y pena muero
El mundo no comprende mi amarga soledad
Quisiera en esta noche, gritar al mundo entero
Que canto de tristeza, en esta Navidad.

En alas del destino (novela)

MIS NOVELAS DE AMOR Y LIBRO DE POESÍAS

En todo ser humano; y en cualquier momento de su vida; se presenta la necesidad de compartir sus inquietudes, alegrías y anhelos. Desea echar a volar sus ideas, sus pensamientos y sus logros; es por eso que con el afan de compartir esta ansiedad literaria con el mundo lector; presento a ustedes; una de mis novelas titulada “En alas del destino”. Esta es la primera de una serie de obras; entre novelas, cuentos y poesías, que espero en Dios, tener la dicha de saber que llegaron a sus manos, a través de sus publicaciones; Dios mediante a corto plazo.



RESUMEN: Un corazón que muere ante el amor. Arrancado del mundo de la felicidad por los celos, el rencor eterno. Y la desilusión; causados por la inconsecuencia de la mujer. Y un corazón que muere entre el llanto, el arrepentimiento y la esperanza en un perdón; que nunca llegó. Pero: Tres nuevos corazones, encontraron la felicidad por el resto de su vida, de progreso; paz y bendiciones de nuestro Dios. Padre de Amor y Bondad.

Es así, como entre anhelos y fe, alegrías y tristezas, armonía y dolor. Por el mundo vamos todos: EN ALAS DEL DESTINO


Amigo lector; gracias por su preferencia.


Crisanto Fernández Mejía